La arquitectura emocional en la educación: ciencia, filosofía y arte como claves pedagógicas
Un enfoque multidimensional para integrar emociones en los procesos educativos.
La educación, habitualmente asociada a la transmisión de conocimientos, ha evolucionado hacia un modelo que reconoce la importancia de las emociones en el aprendizaje. Clara Romero Pérez (2024), en su artículo publicado en la Revista Sophia (Colección de Filosofía de la Educación), propone un marco integrador para analizar la "arquitectura emocional" de la educación, destacando cómo la afectividad actúa como puente entre el desarrollo humano, la interacción social y el aprendizaje significativo.
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La autora sostiene que la dimensión emocional en la educación debe abordarse desde una perspectiva pluridimensional, a excluyendo realidades orgánicas, psíquicas y socioculturales. Las emociones, como parte integral del organismo, influyen en la memoria, la motivación y la comunicación. Asimismo, desde un enfoque sociocultural, refleja los valores y creencias de las comunidades donde se desarrolla el aprendizaje.
Componentes y mecanismos afectivos en los procesos educativos
El estudio identifica dos componentes emocionales esenciales:
Deseo y entusiasmo: Estos sentimientos son necesarios para iniciar y sostener cualquier proceso educativo. El deseo impulsa tanto al docente como al estudiante a involucrarse en el aprendizaje, mientras que el entusiasmo actúa como un motor emocional que fomenta el bienestar y el rendimiento académico.
Implicación, resonancia y proximidad: Estos mecanismos emocionales permiten establecer vínculos significativos en el aula. La implicación activa genera compromiso; la resonancia, entendida como "vibración emocional", crea un ambiente de aprendizaje dinámico y transformador; y la proximidad emocional fomenta relaciones de confianza y empatía entre docentes y estudiantes.
La educación afectiva como herramienta transformadora
Romero Pérez enfatiza la necesidad de una educación afectiva que integre tanto el bienestar como el dolor como experiencias formativas. Esto incluye pedagogías orientadas al malestar, que ayudan a los estudiantes a reflexionar críticamente sobre la injusticia y las dificultades humanas, así como metodologías basadas en el bienestar, que promueven la resiliencia y la colaboración.
Las artes, especialmente el teatro y la dramatización, se proponen como herramientas pedagógicas para evocar emociones y enriquecer la experiencia educativa. Estas metodologías permiten a los estudiantes explorar sentimientos complejos y desarrollar habilidades emocionales en un entorno seguro y creativo.
De esta manera La "arquitectura emocional" propuesta por Romero Pérez redefine la educación como un proceso integral donde las emociones son tan importantes como los contenidos. Este enfoque multidimensional no solo mejora el aprendizaje, sino que también fomenta comunidades más solidarias y resilientes.
Al considerar la emoción como un eje central de la educación, se abre una oportunidad para construir sistemas educativos más humanos y efectivos.
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