Educación y participación: un camino hacia la ciudadanía activa y la democracia radical
Un análisis crítico sobre cómo la educación fomenta la participación ciudadana y fortalece los valores democráticos en un contexto de crisis global.
En un mundo donde las democracias enfrentan desafíos significativos como la desigualdad, la corrupción y el deterioro del bienestar social, la relación entre educación y participación ciudadana cobra una importancia renovada. El artículo “Educación, esferas de participación y ciudadanía”, publicado en Bordón, Revista de Pedagogía, propone un enfoque crítico y transformador que conecta el aprendizaje con la acción política y la construcción de una democracia radical.
El artículo destaca que la participación es esencial para la formación de una ciudadanía activa y proactiva. Desde una perspectiva pedagógica, la participación más que limitarse a ejercer derechos individuales se extiende a la colaboración en procesos de toma de decisiones colectivas y la transformación de las dinámicas de poder. Estas ideas se inspiran en teorías de autores como Paulo Freire y Orlando Fals Borda, quienes ven la educación como un medio para empoderar a los ciudadanos y promover la justicia social.
La participación genuina, según los autores, debe ir más allá del simple acto de ser escuchado o consultado. Implica actuar de manera conjunta para resolver problemas colectivos, creando un sentido de comunidad. Este modelo sería opuesto con las prácticas neoliberales que reducen la participación a un instrumento de autogestión y responsabilidad individual frente a problemas estructurales. En el presente marcado por la desconfianza en las instituciones y el aumento de las desigualdades, emergen formas alternativas de ciudadanía que exigen nuevos aprendizajes y derechos. El artículo argumenta que estas "ciudadanías alternativas" impulsan una cultura política renovada, basada en la deliberación, la acción cooperativa y la democratización de las estructuras de poder.
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Los autores señalan que la educación tiene un papel crucial en este proceso. Desde la infancia, las escuelas, los municipios y otros espacios de aprendizaje deben convertirse en escenarios donde se promueven habilidades como el pensamiento crítico, la gestión emocional y la cooperación. Esto requiere una pedagogía que combine la autonomía personal con la responsabilidad hacia los demás y el cuidado del bien común. Proponen también avanzar hacia una "democracia radical", que profundice la participación ciudadana más allá de las estructuras representativas tradicionales. Este modelo busca cerrar la brecha entre gobernantes y gobernados, incorporando mecanismos deliberativos y de acción colectiva en todas las esferas de la vida pública.
Ejemplos concretos incluyen proyectos de aprendizaje-servicio, metodologías participativas como la Investigación Acción Participativa (IAP) y programas comunitarios que fomentan la cohesión social. Estas iniciativas, según los autores, preparan a las personas para enfrentar desafíos globales como la crisis climática, las desigualdades digitales y los cambios tecnológicos disruptivos.
El estudio concluye que la educación no puede limitarse a reproducir conocimientos técnicos o valores abstractos. Debe ser una herramienta para formar ciudadanos críticos, capaces de actuar colectivamente y transformar su realidad. La apuesta por una pedagogía de la acción común es, en este sentido, una respuesta necesaria para construir sociedades más democráticas, inclusivas y resilientes frente a los retos del siglo XXI.
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