Miguel Ángel Buonarroti, el genio inmortal del Renacimiento
Murió un día como hoy uno de los artistas que llevó el Renacimiento a su máxima expresión
El 18 de febrero de 1564 falleció en Roma Miguel Ángel Buonarroti, el artista que llevó el Renacimiento a su máxima expresión. Escultor, pintor, arquitecto y poeta, dejó un legado que ha influido en generaciones de artistas. Sus obras, como los frescos de la Capilla Sixtina y el David, son emblemas de la creatividad y la destreza técnica que definieron su tiempo. Su vida y arte reflejan la grandeza y las crisis de una Europa en transformación, desde el esplendor de la Florencia de los Médicis hasta las tensiones de la Contrarreforma.

Miguel Ángel nació en 1475 en Caprese, pero se crió en Florencia, donde desarrolló su talento artístico en un contexto dominado por el mecenazgo de los Médicis. A los 13 años ingresó al taller de Domenico Ghirlandaio, donde aprendió las bases del arte del fresco. Su pasión por la escultura se consolidó en los jardines del palacio de Lorenzo de Médicis, donde estudió la anatomía y la expresividad de la escultura clásica.
Tras la caída de los Médicis y un breve exilio en Bolonia, Miguel Ángel llegó a Roma en 1496. Fue en la Ciudad Eterna donde alcanzó el reconocimiento con La Piedad del Vaticano , una obra que deslumbró por su perfección técnica y emotividad. Pronto, su fama lo llevó de vuelta a Florencia, donde esculpió el David (1501-1504), símbolo del ideal republicano y de la fortaleza humana.
En 1505, el papa Julio II lo convocó para realizar su tumba monumental, un proyecto que quedó inconcluso, pero que le permitió crear una de sus esculturas más icónicas: Moisés . Poco después, Julio II lo encargó con una tarea aún más desafiante: pintar la bóveda de la Capilla Sixtina. A pesar de considerarlo ante todo escultor, Miguel Ángel ganó el reto y, entre 1508 y 1512, creó una de las obras más impresionantes de la historia del arte.

La Creación de Adán
La Creación de Adán, con su icónico toque de dedos entre Dios y el primer hombre, se convirtió en una de las imágenes más reconocibles del arte occidental. Su dominio del cuerpo humano y su capacidad para representar el dinamismo y la espiritualidad marcaron un hito en la pintura renacentista.
Décadas más tarde, bajo el pontificado de Pablo III, Miguel Ángel regresó a la Capilla Sixtina para pintar El Juicio Final en la pared del altar (1536-1541). Esta obra reflejaba el desencanto del artista con su tiempo: las figuras contorsionadas y la atmósfera turbulenta mostraban un mundo en crisis, influenciado por las tensiones religiosas y la Contrarreforma.
Durante sus últimos años, Miguel Ángel se dedicó a la arquitectura, diseñando la cúpula de la Basílica de San Pedro, ya la escultura, con piezas inacabadas como La Piedad Rondanini , donde el mármol parece desvanecerse en un gesto de espiritualidad y renuncia.
Miguel Ángel murió el 18 de febrero de 1564 en Roma, dejando un legado que redefinió el arte occidental. Su obra anticipó el dramatismo del Barroco. Su influencia perdura hasta hoy, inspirando a artistas y admiradores en todo el mundo.