La felicidad efímera: vendida al estilo de un perro caliente
En lugar de imponer un estándar irreal de felicidad constante, debemos alentar a los jóvenes a construir una base sólida de bienestar emocional a través de la aceptación y la gestión de sus emociones, tanto positivas como negativas.
Por: Paola Vargas
En el complejo mundo actual, la presión para alcanzar un estado constante de felicidad y bienestar se extiende tanto a los adultos, como a niños y adolescentes. La influencia de las redes sociales, la publicidad y la cultura popular a menudo presenta una imagen distorsionada de la felicidad, donde las emociones negativas se consideran tabú. Los jóvenes se enfrentan a una presión implacable para encajar en esta narrativa de felicidad instantánea, lo que a menudo los lleva a negar o reprimir emociones que son fundamentales para su crecimiento y desarrollo.
Imagen: Alexander Krivitskiy
Históricamente, la filosofía ha reconocido la importancia de las emociones en la vida de las personas. Filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles en la antigua Grecia ya hablaban detenidamente sobre la felicidad, cada uno desde una perspectiva única. Sócrates abogaba por encontrarse a uno mismo como camino hacia la felicidad, Platón la asociaba con el amor y Aristóteles con el bien, algo que saciara la sed más profunda del ser humano.
En la actualidad, existe una tendencia preocupante a etiquetar las emociones como "negativas" y a tratar de eliminarlas por completo, lo cual es poco realista y perjudicial para la salud mental y el bienestar emocional de los jóvenes.
La tristeza, la frustración y la indignación son emociones naturales y saludables que desempeñan un papel crucial en el desarrollo de habilidades de afrontamiento y resiliencia en los niños y adolescentes. Negarles estas emociones impide que los jóvenes aprendan a enfrentar los desafíos y las adversidades de la vida de manera efectiva. En lugar de etiquetar estas emociones como negativas, debemos enseñar a los jóvenes a reconocerlas, comprender su origen y aprender a gestionarlas de manera constructiva.
Imagen: Andre Moura
En el contexto educativo, es esencial que se fomente un enfoque más equilibrado que permita a los niños y adolescentes explorar una gama completa de emociones. Esto implica reconocer que las emociones "negativas" no son obstáculos para la felicidad, sino oportunidades para el crecimiento emocional y la conciencia social. Es importante que los educadores y los padres trabajen juntos para crear un entorno en el que los niños y adolescentes se sientan seguros para expresar sus emociones y recibir apoyo. En lugar de imponer un estándar irreal de felicidad constante, debemos alentar a los jóvenes a construir una base sólida de bienestar emocional a través de la aceptación y la gestión de sus emociones, tanto positivas como negativas.
Además, en este contexto, es relevante destacar que cada vez más niños y adolescentes están experimentando soledad y angustia a medida que llenan sus vidas de vaciedad y superfluidad, buscando estímulos irrelevantes que llenan su tiempo sin enriquecerlo. El efecto "TikTok", que se caracteriza por su rapidez, aislamiento y gratificación instantánea, ha ganado terreno en la vida de los jóvenes. Este fenómeno, tal como lo describe Carlos J. González, los engancha a las pantallas y aleja a los jóvenes cada vez más "conectados", pero también cada vez más solos.
Imagen: Nokolaos Dimou
En este complejo panorama, la negación de las emociones negativas en la niñez y la adolescencia puede tener consecuencias perjudiciales para el desarrollo de los jóvenes. En lugar de promover la felicidad a toda costa, debemos reconocer que estas emociones desempeñan un papel esencial en la construcción de la resiliencia, la empatía y la madurez emocional. Al abrazar estas emociones y enseñar a los jóvenes a gestionarlas de manera saludable, les brindamos las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida y contribuir a una sociedad más justa y equitativa. En un mundo donde la tecnología y la superficialidad amenazan con alejar a los jóvenes de lo auténtico y significativo, es crucial volver a enfocarse en el valor de las conexiones humanas y el enriquecimiento emocional como cimientos para su bienestar y desarrollo.
Es fundamental recordar que la felicidad, lejos de ser un estado estático, es una construcción en constante evolución. En lugar de perseguir la ilusión de la felicidad perpetua, podemos guiar a los jóvenes hacia una vida auténtica y apasionada, celebrando la diversidad de experiencias emocionales y fomentando su curiosidad, exploración y pasión por la vida. La niñez y la adolescencia deben ser tiempos de descubrimiento, juego y autenticidad, donde los jóvenes cultivan su propio sentido de felicidad bajo la luz de su propia pasión y entusiasmo, en lugar de estar sometidos a los cánones tiranos de la productividad y la rentabilidad diseñados para adultos.