Tecnoestrés en la educación superior: un desafío global con impactos regionales
Un estudio compara cómo América Latina y Europa enfrentan las desigualdades en el manejo del tecnoestrés en universidades, revelando diferencias significativas en infraestructura, acceso a recursos y bienestar académico.
La transición digital acelerada por la pandemia de COVID-19 trajo consigo retos inéditos para la educación superior, siendo el tecnoestrés uno de los más apremiantes. Este fenómeno, definido como la dificultad de adaptarse a las tecnologías, afecta a estudiantes y profesores, impactando su bienestar psicológico, físico y académico. Un estudio reciente (2023), publicado en la Revista Científica Código Científico, analiza las diferencias en la experiencia del tecnoestrés entre América Latina y Europa, destacando factores culturales, infraestructurales y pedagógicos que amplían esta brecha.
¿Qué es el tecnoestrés y por qué importa?
El tecnoestrés surge de la interacción entre el individuo y un entorno tecnológico cada vez más demandante. Según el estudio, este fenómeno se manifiesta en síntomas como fatiga mental, ansiedad, insomnio y dolores físicos relacionados con el uso prolongado de dispositivos. Además, afecta la calidad de la enseñanza y el aprendizaje, disminuyendo la productividad de los docentes y el rendimiento académico de los estudiantes.
Durante la pandemia, la rápida adopción de tecnologías digitales intensificó estas dificultades, evidenciando la falta de preparación de muchos profesores para integrar herramientas tecnológicas en sus métodos de enseñanza. En este contexto, el tecnoestrés además de convertirse en una carga emocional y física, también en un factor que pone en riesgo la sostenibilidad de la educación superior.
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Diferencias regionales: América Latina frente a Europa
El estudio compara cómo las universidades en ambas regiones enfrentan el tecnoestrés, revelando disparidades significativas:
Infraestructura tecnológica: En América Latina, las deficiencias en acceso a internet de alta velocidad, dispositivos adecuados y capacitación técnica agravan el tecnoestrés. En Europa, aunque el fenómeno también está presente, los recursos tecnológicos y las políticas de apoyo contribuyente a mitigar su impacto.
Cultura organizacional: Las universidades europeas tienden a priorizar el equilibrio entre trabajo y vida personal, promoviendo pausas regulares y prácticas ergonómicas. Por el contrario, en América Latina, la constante conectividad y la sobrecarga laboral generan un entorno más propenso al estrés.
Percepción y estrategias de afrontamiento: Mientras que en Europa el tecnoestrés es reconocido como un problema institucional, en América Latina predomina una visión individualizada que responsabiliza al usuario de adaptarse, lo que limita la implementación de soluciones colectivas.
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Impactos en el bienestar y la educación
El tecnoestrés tiene consecuencias profundas en la salud mental y física de los docentes y estudiantes. Según el estudio, los profesores experimentan agotamiento profesional, dificultad para comunicarse con los estudiantes y menor satisfacción laboral. Los estudiantes, por su parte, reportan desmotivación, falta de concentración y menor compromiso con sus estudios.
Estas consecuencias afectan a los individuos y repercuten en la calidad del aprendizaje y en la percepción general del entorno educativo. La falta de estrategias efectivas para abordar el tecnoestrés pone en riesgo la misión educativa de las universidades, limitando su capacidad para formar profesionales competentes y saludables.
El estudio concluye que es fundamental adoptar un enfoque multidimensional para gestionar el tecnoestrés, considerando factores individuales, contextuales y culturales. Las instituciones educativas deben:
Invertir en infraestructura tecnológica: Garantizar el acceso equitativo a herramientas y capacitación tecnológica.
Promover políticas de bienestar: Fomentar un equilibrio entre trabajo y vida personal, con énfasis en la ergonomía y la desconexión digital.
Sensibilizar sobre el problema: Reconocer el tecnoestrés como una barrera para el aprendizaje y la productividad, incorporando estrategias preventivas en sus planos de acción.
Fomentar la colaboración internacional: Compartir buenas prácticas entre regiones para enfrentar este desafío global de manera coordinada.
El tecnoestrés, aunque intensificado por la pandemia, es un fenómeno que trasciende el contexto actual. Su gestión adecuada puede marcar la diferencia entre un sistema educativo que agota a sus actores y uno que los empodera, promoviendo una educación más humana, equitativa y resiliente.
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